jueves, marzo 22, 2007

CITU ::: Colectivo Interdisciplinario en Temas Urbanos

domingo, diciembre 31, 2006

CITU


El CITU es una iniciativa que desde diferenetes disciplinas busca pensar la ciudad y proponer nuevas formas de entenderla, vivirla y transformarla.

viernes, noviembre 24, 2006

El ritmo en los tiempos de la mafia


Buscando profundizar un poco en un tema que el amigo Martínez dejó entrever en su texto me doy a la tarea de responderme una pregunta que ha calado en mi mente durante algunos meses. ¿Por qué el reggaetón no ha sucumbido al inclemente paso del tiempo?. Pero para empezar habría que revisar las estadísticas infieles que aseguran que un "ritmo de moda" tiene un periodo de vida exitoso de solo 6 meses, como sucedió con el risible "carrapicho" o la prohibida "lambada". Sin embargo ya son más de cinco años en que hemos convidido con este ritmo proveniente del Raggamuffin.
La explicación a este fenómeno tal vez se centre en que el reggaetón, como ningún otro ritmo antes, ha logrado convertirse en algo más que un baile descarado para afirmarse como un estilo de vida que responde al ideal latinoamericano por excelencia (la generalización aquí resulta algo canalla, pero es de gran utilidad). Y es que nunca antes se habían conjugado de forma tan simbiótica la simplicidad de una letra que permite que cualquier desdichado pueda cantarla con la complejidad involuntaria que tratan los temas de esas mismas letras. El reggaetón es el punto más elevado y "artístico" de la ideología traquetera; es la validación musical del principio mafiosesco "yo hago mis propias reglas"; es la ratificación de la antiquísima y muy paternal consgina "porque sí, porque soy yo". Y lo más sensato es que lo desarrolla de una forma tan obvia y directa que parece ridículo que hoy todos los adolescentes colombianos no estén pagando penas en una correccional. Uno de los ejemplos más lúcidos es el de Yasuri Yamileth, que si te metes con ella te hace la YeYE y te saca la Gillete, sólo porque ella es Yasuri, Yasuri Yamileth. Si algún día me da la cristiana gana de parquear el carro en el puesto de una ambulancia y el municipio se atreve a multarme por esto les diré que yo hago lo que quiero sólo porque soy el Juano, el Juano Ramirez. Y así como éste los casos pululan en rededor. El ídolo de Eduardo, Don Tego Calderón es toda una autoridad en esto de manifestar su prepotencia injustificada sólo por ser él mismo, y por supuesto esa altanería es una justificación suficiente para el comportamiento gángsteroso que Martínez describió en su último comentario. Y es que el reggaetón no es más que la ratificación de la violencia como forma de vida, de la prepotencia como dogma y de la insensatez como religión, y por esto mismo se presenta como el perfecto medio de expresión para el imaginario colectivo de todos estos pueblitos donde el oro blanco es dios. Si Da Vinci fue el hombre insignia del renacimiento Papi Yankee es el modelo a seguir de nuestra tardía edad del polvo (los amigos historiadores me van a echar del blog por este símil tan Arjoniano).

Pero aclaro, no vengo a dármelas de puritano. Acepto que he estado al borde de la eyaculación al ver a una culicagada de 16 años mover la pelvis en ángulos obtusos como si estuviera poseída por Belcebú, Asmodeo y 27 demonios más mientras baila al ritmo de Calle 13. También acepto que con el poco pulmón que me queda he cantado a grito herido esa apología al hidrocarburo que reza "dale más gasolina" y que más que una canción parece una pésima campaña ideada por el "Chiqui" Valenzuela en su época como Ministro de Minas. Pero en beneficio propio sé que mi motivación es diferente, un tanto más primaria y visceral pero a la larga mucho más inofensiva.

Finalmente, ante la impensable legalización de la cocaína, el reggaetón se ha impuesto como una forma alterna para hacer plata "bien habida" sin dejar a un lado el espíritu mafioso que habita en cada parroquiano que ve cómo se revalida su imaginario y se justifican sus andadas en cada canción.

Juan David Ramírez (el de-mente ingenieril).

miércoles, noviembre 01, 2006

Debate sobre la Historia Urbana de Bucaramanga


Colombia es el segundo país más poblado de América del Sur. En contraste con el resto de la región, sus habitantes se han movido a conformar diversos núcleos urbanos como resultado de procesos de colonización y particularidades de su historia. Esto generó una relevante característica, Colombia hoy no es un país monocéfalo, sino pluricéfalo, lo que quiere decir que no tiene una única ciudad con un radio de influencia en todo el país, sino una distribución de dichos radios de influencia en diferentes núcleos de asentamiento. Paradójicamente esto no implica una descentralización del poder, pero si el nacimiento de ciudades como Bucaramanga, fruto de la colonización campesina, el desplazamiento, la marginalidad, el impacto de los mercados extranjeros y la incapacidad del estado por abarcar todo el espacio nacional.

Por supuesto todo esto tiene una explicación histórica que se remonta hasta el periodo conocido como “conquista”. Y un análisis detallado del proceso sería lo optimo para entender lo que se denomina “Ciudad” en Colombia. La historia urbana de Bucaramanga aún no se escribe, y aquí el mito, como Dios, ha servido para explicar los fenómenos por los que todo su pueblo se pregunta. ¿De dónde venimos? El vacío es tal que aún el pueblo de Bucaramanga cree en un hito fundacional, en una raza blanca de Guanes y en una colonización alemana, como sus más lejanos referentes históricos para explicar su origen. Todos, por su puesto, mito, símbolo o mentira.

El pueblo de Bucaramanga, y los colombianos en general, desconocen que su país no ha vivido el ciclo “normal” de urbanización como se conoce en el resto del mundo. Mientras la ciudad europea surgió lentamente y de la riqueza, la ciudad colombiana brotó en forma precipitada y de la máxima pobreza. Las ciudades en Colombia son antecedentes y no consecuencias. La desdichada herencia hispana desde el siglo XVI emplazó ciudades para articular el control de su poder sobre los hábitats territoriales. Así pues se tiene de entrada la ciudad “conflicto” como contraste de fuerzas y oposición.

Pero para el cono aluvial llamado hoy “meseta de Bucaramanga”, el siglo XVI debió pasar sin notar aún esto. Poblado aun de indios empelotos y uno que otro español que pasaba camino a Pamplona que ya era ciudad, vivía bajo otro tipo de administración territorial hispana, su propio nombre lo insinúa, “el pueblo de indios”, creado para evangelizar y obtener mano de obra que rindiera el tributo. Por eso Bucaramanga no puede entenderse desde su pasado remoto como ciudad, como puede hacerse con la bella ciudad de Socorro, Vélez y la ya mencionada Pamplona.

Bucaramanga como ciudad se desprende de la subversiva sociedad campesina del siglo XIX, cuando el pujante auge demográfico, frenado por el incipiente desarrollo de los medios de producción y el antiguo régimen de propiedad, estalla en la colonización de tierras baldías y en la contradicción de fuerzas sociales que se materializa en las guerras civiles. Así, la búsqueda del reajuste de las fuerzas sociales y la búsqueda del espacio vital, llevarán al campesinado fomentar el crecimiento de Bucaramanga como ciudad, abandonando los antiguas unidades de administración territorial del área como Socorro y Vélez.

Por esto para un estudio urbano de las ciudades colombianas es tan importante centrar el análisis en los procesos de colonización y contradicción del campesinado, pues su duración, extensión territorial, dimensiones demográficas y económicas, y su participación en una guerra agraria aún vigente, hacen de este el fenómeno humano, espacial, cultural y económico el más relevante en la historia de Colombia.

Desde esa perspectiva se podrá bosquejar una especie de “modelo de poblamiento”, si es posible hablar de algo semejante para el caso en cuestión. Y se descubrirá que los procesos de urbanización en Bucaramanga y en general en Colombia, operaron al compás del sector privado sobre la transferencia demográfica fruto de la migración, que se acumula en la ciudad, más que atraída por esta, expulsada del campo.


El resultado de lo anterior es el contradictorio lugar anárquico y represivo que hoy habitamos y que se nos llena la boca al decir que tiene un millón de habitantes, como si esa cifra dijera algo, como si el desarrollo y bienestar social de un sitio se midiera por la irresponsabilidad de las paridoras que lo pueblan. Cuando el momento de urbanización ocurre, cuando las olas campesinas se incorporan al conglomerado y generan ciudad, no se articuló a ella su pujante impulso económico, por que no había como, pues la efímera y polarizada industria liviana no cubre su demanda de empleo, lo cual conduce a esa crisis social referida arriba. La urbanización de esta población es más un proyecto residencial que laboral.

Las cifras que muestran que en Bucaramanga hay once mil “industrias” huelen a DANE, o sea, a cuento chino. Y si las hay ¿de qué son? ¿de jabones, velas y alpargatas como en siglo XIX?, que haya una o dos industrias pesadas no quiere decir que seamos industrializados. Si la ciudad tiene un millón y el país cuarenta cinco mal contados, ya era hora que estuviéramos poniendo satélites en el espacio y no fiando tecnología a los del norte o regalando la poca que tenemos.

Por todo esto, bajo un punto de vista personal, donde hoy vivimos es lo que llama Aprile una protopolis, una ciudad en obra negra, es decir, una caricatura urbana que se expande en un rústico espacio mal planeado y dispuesto, con una que otra carreterita ancha, conglomerados desintegrados y amorfos regados al azar de las especulaciones raíces de sus pocos propietarios, con una administración pública en quiebra y plagada de impotentes, ineptos y oportunistas. Es una sociedad en descomposición donde la cultura mafiosa caló hasta el tuétano, históricamente desgastada y en constante agresión, sin perspectivas ni futuro, sin mística ni moral, una sociedad que no está en capacidad de aportar nada al siglo XXI.

Por eso hoy, desde aquí, como un humilde participante de esta tragedia, pido y declaro que la arrojen a los cerdos, toda ella entera, con su clase política y con sus mendigos y damnificados y hasta con sus nobles y cándidos French Poodles, y que sean alimentos y engordados por esta y que dichos cerdos luego se sean servidos en un banquete universal, y se beba vino, y se olvide.


Sebastián Martínez Botero